No me imagino a Keanu Reeves dándole a
los pedales puerto de Linera arriba, pero sin duda el panorama que nos
encontramos el miércoles es lo más parecido a tocar el cielo, literalmente.
La cosa ya prometía a primera hora con
las nubes a ras de suelo. Menudo susto despertarse en Londres...!! Por si fuera
poco, Martín Barreiro pronosticaba nieblas hiperpersistentes en toda Castilla y
León… Menos mal que dos horas más tarde todo cambió y pusimos rumbo a Navafría
donde pisaríamos la futura ruta de nuestra próxima Clásica de primavera.
Ceguilla y Gallegos nos vieron pasar
antes de plantarnos frente al gran desafío del día: el puerto de Linera. Desde
Matabuena observamos el muro que tenemos delante y mientras ascendemos
lentamente tenemos la impresión de ir en pos de unas nubes que permanecen
ancladas allá arriba, donde acaba la montaña.
La subida es laaaaarga. Cualquiera diría que 9 kms no son tantos, y es verdad… Sin embargo, un terreno blandito, de ese que parece gomaespuma, va haciendo que los casi 700 mts de desnivel cuesten más que de costumbre. A mitad de camino un par de rampones de mil demonios también pusieron de su parte… ja,ja…
Arriba, todo el esfuerzo se ve
ampliamente recompensado. Desde el balcón de las nubes se ve el mundo entero…
Es lo que tiene venir a estos dominios… Merece la pena!!
El lado madrileño de la sierra (por extraño que parezca la sierra sigue teniendo dos vertientes) nos ofrece una nueva perspectiva de la que disfrutamos mientras devoramos kilómetros rápidamente por la Horizontal. Allá abajo aparecen Buitrago de Lozoya o el embalse de Riosequillo y conforme llegamos al puerto de Navafría se alza majestuoso el pico el Nevero, donde el pasado verano pusimos nuestro estandarte.
Por fin toca bajar. Así que superamos
las pistas del circuito de esquí de fondo y descendemos raudos en busca del
río. Llegados aquí no podíamos marcharnos sin hacer una pequeña visita a la
cascada de El Chorro.
Un espectáculo que pone el broche de oro a una grandísima
ruta “recomendable 10 sobre 5”.