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EL 3er PEDAL en el Sardinero |
A
estas alturas de la película hablar de las bondades de una tierra que tanto y
tan bueno ofrece a los que se acercan por allá no debe sorprender a nadie.
Nosotros hace tiempo que lo descubrimos…
Conste
que no me refiero sólo al paraíso que para cualquier biker forma esa maraña
interminable de caminos; de senderucos (como dirían allí arriba) cincelados en
un paisaje en el que tierra y mar no cesan en su encarnizada batalla. Cuando
uno se acerca a Cantabria encuentra amabilidad a raudales de gente sana; un sinfín de rincones
maravillosos por visitar; y, como no, una gastronomía digna de reyes
(circunstancia ésta que pesa ampliamente en la filosofía titánica…ja, ja)
Después
de la experiencia de El Soplao queríamos hacer algo más relajado así que
optamos por realizar varias rutas (circulares) que nos asomaran al magnífico
balcón del Cantábrico.
En
la primera de ellas arrancamos desde Comillas siguiendo el Camino del Norte
para pasar por Luaña y Cóbreces. Intercambiamos saludos con los peregrinos que
en sentido opuesto a nuestra marcha se dirigen a Santiago. Todo es bonito!!
Subimos y bajamos como si estuviéramos inmersos en una gigantesca montaña rusa
verde. Viajamos absortos, ojipláticos ante semejante espectáculo natural.
(Cualquiera diría que somos la versión castellana de los japos que tiran uno o
dos millones de fotos al acueducto que nosotros apenas vemos…)
Poco
a poco esa excitación va remitiendo a medida que ascendemos en dirección al
plato fuerte del día: las minas de Udías. La que en tiempos fuera mayor
explotación de zinc y plomo de Cantabria echó el cierre definitivo hace ya más
de medio siglo, y hoy ofrece una red de galerías, túneles, pozos y diversas
infraestructuras que son perfectos para nuestras monturas. Eso sí, abstenerse de
ir en época de lluvias, a menos que necesitéis unos kilos de adobe para el
pueblo… Afortunadamente, somos chicos previsores y nos habíamos documentado
sobre este lugar. Gracias a ello no olvidamos traer el foco (conozco a más de
uno que tuvo que atravesar a patita
palpando las paredes de los túneles…) Seguimos el rastro dejado por las
vagonetas mineras, y rápidamente sorteamos estos montes en busca de la próxima
atracción: el bosque de secuoyas.
En las
proximidades de Cabezón de la Sal nos adentramos en los dominios de unos
colosos plantados en los años 40 con motivo de la apertura de una fábrica de
celulosa cercana, y que lograron sobrevivir finalmente a su tala. Sobrecogidos por la magnitud de estos
gigantes vestidos de terciopelo, les
rendimos pleitesía cual hormiguitas y continuamos camino hacia la ermita de S.
Antonio, desde donde se yerguen al fondo nevados los Picos de Europa. Más
adelante, bajada frenética a las marismas de Rioturbio para regresar a Comillas
donde aún tenemos tiempo para visitar el Palacio de Sobrellano y el Capricho de
Gaudí.
El segundo día
amaneció triste, llorando como lo suele hacer en el norte. De esa manera que
parece que no, pero es que sí…
Mientras dábamos cuenta del opíparo desayuno
merced de Joseín (el de Jordania no, el otro… ja, ja,ja…) encomendamos nuestras
esperanzas a San AEMET. Y obró milagro!!! Al comienzo de la ruta en Liencres no
caía una gota.
La playa del
Portío, la Arnía, los Covachos, la Casuca, la Virgen del Mar, Mataleñas, y por
fin: el Sardinero… Esto de ser de terruño tiene su cosa: que nos quedamos
mirando al mar como las vacas al tren… ja,ja,ja….
Repuestas las
fuerzas en la capital, nos disponemos a afrontar la segunda parte del recorrido
que, muy a mi pesar, nos lleva por el interior (kilómetros de asfalto) hasta
las inmediaciones de la tachuela que hoy nos toca subir: La Picota.
Debemos
agradecer al bueno de Diego (gran conocedor de la zona) la propina que nos
recomendó añadir a la ruta original, pues sin duda fue la guinda del pastel. A pesar
del veintimuchos por ciento del hormigón en la subida, coronar este alto nos
recuerda por qué nos gusta tanto esto de las ruedas gordas. Pocas cosas ofrecen
semejante recompensa para un esfuerzo, que así entre nosotros, no fue para
tanto… Hay que contemplar las magníficas vistas de la Ría de Mogro bajo
nuestros pies para entenderlo. Y aún nos queda recorrer el pinar del Parque
Natural de las dunas de Liencres…. Uffff! Se puede pedir algo más?
Pues sí, se
puede…
Lo
pedimos y nuestras expectativas se vieron ampliamente superadas al día
siguiente. Orbaneja del Castillo (Burgos) nos esperaba con la cara lavada y
recién peiná… Su grandiosa cascada brillando al sol fue sólo la carta de
presentación de un pueblo encajado en pleno corazón de los Cañones del Ebro que
bien merece una visita.
No
sin antes pasar por el photocall, tomamos el GR-99. Camino Natural del Ebro que
seguiremos sin apartarnos del río hasta Pesquera de Ebro. Recorremos el sendero
descubriendo en cada rincón un motivo para haber venido. Mientras, 200 metros
más arriba, poderosos riscos son testigos de nuestra aventura.
Por
qué será que últimamente nos guardamos lo mejor para el final? La subida a
Turzo resulta entretenida, y después de remontar el páramo volvemos a Orbaneja
por la puerta de atrás. Allí la panorámica que ofrece un magnífico mirador
vuelve dejarnos sin habla. Sólo somos capaces de articular una palabra:
FOTAKA!!!!
Ha
sido una salida sin igual. Diez sobre diez. No sé qué nuevos lugares nos
llevarán a conocer las burritas, pero de algo estoy seguro: seguiremos
volviendo allá donde no se acaban los caminos, a la tierra infinita.
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Triky