No
mentiría si dijese que llevábamos meses pensando hacer esta rutilla. En la
época dorada de la ‘postverdad’, para ser sinceros del todo diremos que la idea
surgió en una escapada a finales del verano pasado. Una de esas que se empiezan
sin rumbo fijo y acaban convirtiéndose en todo un descubrimiento no sólo para
repetir sino para compartir.
Así las cosas, el recorrido reunía todos los requisitos
(habida cuenta de la “programación infantil”, je, je…) para albergar la XIII
Clásica de primavera.
Salimos de Arcones extrañamente puntuales.
Un
buen café con leche (sin aspirina que pone las venas gordas…), y rodamos rumbo
a Prádena entre sabinas. Alguno andaba todavía dormido hasta que al paso por el
área recreativa ‘El Bardal’ el terreno empieza a picar para arriba. Estoy
seguro de haber oído un rotundo
“cojonudo” al alcanzar la valla en la que practicaríamos, de nuevo, el
lanzamiento de altura bici en ristre.
(Ahora que lo pienso esta
disciplina cuasi-olímpica se está convirtiendo en una constante de las últimas
salidas…ja,ja…)
A partir de aquí nos sumergimos en la acebeda. Sin darnos cuenta (excepción hecha de todos los improperios salidos de la boca de Rober a cada raíz, piedra, o similar…), ganamos metros mientras contemplamos el pueblo allá abajo.
A partir de aquí nos sumergimos en la acebeda. Sin darnos cuenta (excepción hecha de todos los improperios salidos de la boca de Rober a cada raíz, piedra, o similar…), ganamos metros mientras contemplamos el pueblo allá abajo.
Al llegar a la cuerda el horizonte nos presenta una panorámica del país entero. Qué pasada!!
Tras coronar el primer puerto de la jornada -La Acebeda- viene
algo así como un ‘falso llano’, pero aderezado con un par de crestas que hacen
las delicias del sector ‘rutero’ del pelotón… El vértice geodésico nos avisa de
que es hora de reponer fuerzas; algo que haremos al abrigo del siguiente puerto,
Peña Quemada.
La placidez de La Horizontal nos conduce sin esfuerzo al
tercer collado de la ruta, el de Linera. Diez kilómetros nos separan de
Matabuena y son toditos para abajo. Una oportunidad de oro para Gabi que anda
testando la burra de Manu… Apenas pude gritarle que esperase en el cruce
mientras me arrancaba las pegatinas a unos 285 kms/h.
Luego, ¼ y mitad de Cañada; Matamala; un esfuerzo más al paso por la ermita de la Virgen de la Lastra; y meta.
La pitanza corrió a cargo
del restaurante ‘La Cerca’ donde, esta vez sí, fuimos ampliamente resarcidos de
anteriores afrentas hosteleras… Once sobre diez!
Triky