Hace ya
tres años, cuando visité andando por primera vez el Parque Natural del Hayedo
de la Tejera Negra ,
la deformación profesional me llevó a buscar caminos aptos para la bici más
allá de la ‘Senda de Carretas’; vetada de serie para nuestras monturas.
Tanta
espera encontró recompensa el pasado jueves en que se alinearon los astros para
franquearnos el camino de entrada al Parque. O eso creíamos nosotros, incautos,
cuando emprendimos el viaje de ida…
La mañana
ya se anunciaba ‘fresca’. Tanto, que la excursión estuvo al borde del abismo
hasta la misma noche anterior. No digo nada de la cara que se nos quedó mirando
desde la furgo, incapaces de encontrar
los molinos entre la niebla al paso por el parque eólico de Grado del Pico.
Pero claro, siendo vos quien sois, todo un Titán, cómo íbamos a desperdiciar la ocasión de seguir alimentando la leyenda..? Nieve, niebla, viento, y un frío de pelotas… Nada
que no arregle un buen carajillo mañanero…ja,ja… Total, en peores plazas hemos
toreado...!!
Quien no
parecía estar al tanto de semejantes andanzas era el hobbit que gobernaba el paso canadiense junto al Centro de
Interpretación. Parapetado bajo un gorro de estilo pre-Perestroika empeñó todo
su afán, folleto en ristre, en apartarnos de lo que nos venía chivando el
gepeése: “Qué vais a subir al Collado del Infante..?; No, no, es imposible...!”
“Eso está fatal…”; “además, por ahí andan los mastines sueltos...!”
Tal día
como aquel, ni los lobos…! Al menos
nosotros no vimos ni un alma fuera de las cercanías de la entrada. (Habiendo
prohibido el paso de vehículos, sólo algún senderista avezado osaba patear un
buen trecho en busca de las hayas…)
Reconozco
que el camino al collado se me hizo corto. Ya sabéis, subidita tendida a buen
ritmo. Todo perfecto hasta que alguien abrió la ventana al paso por la
perpendicular con El Muyo. Tomamos la curva cual pilotos de moto GP (y no
precisamente por la velocidad…) y damos por superado el primer desafío de una
ruta de esas ‘dientesdesierra’.
Más
adelante, al aproximarnos al parking nos espera la primera sorpresa del día en
forma de trialera pizarresca entre las jaras, y posterior vadeo del río Lillas
(que bajaba completamente seco). Prácticamente la única dificultad técnica que
encontraríamos en todo el recorrido.
En busca
de nuevas emociones, encaminamos nuestros pasos hacia el Collado del Hornillo desde
donde contemplamos cómo hayas, robles, pinos, acebos y abedules luchan
denodadamente por hacerse hueco dentro de un espectacular tapiz vegetal.
Semejante photocall bien merece una pausa. Llenamos la mochila de buenos
recuerdos y emprendemos la bajada hacia la cuenca del río Zarzas.
Menos mal
que uno está curado de espanto y aprovechó el momento bucólico para reponer con
una de esas barritas que tienen de tó... Nada más acabar la bajada te das de
morros contra un muro de pizarras sueltas; de esos que lo metes todo (si
puedes), y sientes como te estallan las piernas, mientras eliges entre
sostenerte sobre la bici o seguir respirando… Vamos, puro MTB!
Comprobado
cómo desde el collado era todo bajada hasta meta… (Bueno, prácticamente todo,
ja,ja…); Disfrutamos una vez más con el escenario que ahora nos dibuja este
nuevo valle. Perseguimos el serpenteante curso del río hasta la salida del
Parque, e incluso nos permitimos esprintar por las posiciones de podium junto
al restaurante en Cantalojas.
Como decía al principio, una ruta tan esperada
como gratificante en la que, para poner la guinda, fuimos testigos presenciales
del resurgir de una especie en peligro de extinción: ‘el tangador’. Un espectáculo de la naturaleza…!
Triky