Poco me podía imaginar bien de mañana,
cuando los acordes del moñerío rosaliano nos acompañaban al tomar el camino del
norte, que habrían de convertirse en el leitmotiv de esta aventura. Un año más
los Señores de las Tierras Brumas habían preparado su ‘Clásica del Pincho’,
cita obligada del mountainbike traspindejo.
Allende los caprichos del clima,
conjurados por un jilguero con bigote metido a meteorólogo, como es costumbre
dimos el pistoletazo de salida con el tradicional brindis de magdalenas. Nada
más enfilar el sendero del Negredo, Álvaro no pierde la oportunidad de recoger
algo de pellet para la caldera al paso por unos palos olivados con cierta mala
leche. Visto que no hay consecuencias mecánicas ni óseas, seguimos camino hacia
Tudela. Una de las pocas zonas que todavía no habían recibido audiencia…
Enseguida atravesamos el pueblo
poniendo tierra de por medio con los coches que no volveremos a ver hasta
nuestro regreso del bucle que nos espera. Empieza la fiesta...! Poco a poco le
vamos ganando terreno a la primera subida del día que nos lleva arriba del
Páramo. Después del ascenso tendido buscamos la cara norte para presentarnos al
examen que plantea la senda de la Casasola. Casi cuatro kms de greda a punto de
caramelo (una suerte de fairy de alfarería que emboza las ruedas, amén de los
que van encima, formando una película arcillosa que eleva a la categoría de
milagro mantenerse sobre la bici mientras se sortean pinos, repechos y bajadas,
o pasos inclinados a media ladera…) Sólo unas gotas más de lluvia habrían hecho
imposible esta delicatesen, retorcida hasta la extenuación y aderezada con un
puntito de velocidad, de la que el gran Manu es un cheff consumado.
Llegar al cruce de caminos suma al
tiempo liberación y nostalgia, y
mientras sorteamos los perdigonazos que escupe el taqueado de las cubiertas
luchando por liberarse de su carga en el descenso hacia ‘El Principiante’ la
añoranza de más senda crece exponencialmente. Deseo concedido: nueva dosis de
pinos y más pinos, curva, contracurva, un salto, peralte a la izquierda, pino,
pino, baja la tija, arriba, cambia, cambia, un tobogán, otro, otro más,
repecho, pino, derecha, izquierda, aaaaarrrrjjjjjjjj…! Ahora el grip es
perfecto así que lo gozamos como críos con bici nueva... Todo un chute de flow
en vena, esto es MTB en estado puro..!
Y sin embargo, aún nos quedan
sorpresas por descubrir. Estamos a punto de enfrentarnos al plato fuerte del
día: la Mambla. Más de cien metros de desnivel en apenas un kilómetro. Subida
vertical y bajada más vertical todavía. Arriba una de esas vistas acojonantes del
país entero que merecen la pena. El lugar perfecto para reponer fuerzas.
Enfrente nuestro la Cuchilla se yergue desafiante, aunque tendrá que esperar
para otra ocasión. El ‘orvallo’ hace
acto de presencia a la que Duke le pega el último mordisco a sus donuts. Es
hora de poner rumbo casa.
No por ello se ha acabado lo bueno.
Nada más lejos de la realidad. El regreso a Traspi ofrece nuevas dosis de
diversión. La senda del Duero vuelve a recordarnos porque nos gusta tanto jugar
a las bicis y sobre todo porque nos gusta jugar juntos. Ya sea aquí o allí, yo
por ti y tú por mí como decía la otra…
Un breve paso junto a las bodegas que
dan nombre a una ribera dedicada al vino y ya estamos listos para compartir
mantel. No todo iba a ser dar pedales… El nivel de las viandas, como siempre,
sólo puede rivalizar con el de los anfitriones cuya calidad humana traspasa
fronteras. De la que ostentan sobre la bici únicamente pueden dar fe aquellos
que tenemos la fortuna de montar a su lado. Y por Dios que la damos!
Lo pasamos tan bien en la comida como
en la ruta. Tanto que aún tengo agujetas de reírme. Y eso que soy uno de los
pocos “heterosexuales puros” que quedamos…
Triky