Foto grupo

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miércoles, 4 de mayo de 2016

INFINITA CANTABRIA




EL 3er PEDAL en el Sardinero

                A estas alturas de la película hablar de las bondades de una tierra que tanto y tan bueno ofrece a los que se acercan por allá no debe sorprender a nadie. Nosotros hace tiempo que lo descubrimos…

                Conste que no me refiero sólo al paraíso que para cualquier biker forma esa maraña interminable de caminos; de senderucos (como dirían allí arriba) cincelados en un paisaje en el que tierra y mar no cesan en su encarnizada batalla. Cuando uno se acerca a Cantabria encuentra amabilidad a raudales de  gente sana; un sinfín de rincones maravillosos por visitar; y, como no, una gastronomía digna de reyes (circunstancia ésta que pesa ampliamente en la filosofía titánica…ja, ja)

                Después de la experiencia de El Soplao queríamos hacer algo más relajado así que optamos por realizar varias rutas (circulares) que nos asomaran al magnífico balcón del Cantábrico.

                En la primera de ellas arrancamos desde Comillas siguiendo el Camino del Norte para pasar por Luaña y Cóbreces. Intercambiamos saludos con los peregrinos que en sentido opuesto a nuestra marcha se dirigen a Santiago. Todo es bonito!! Subimos y bajamos como si estuviéramos inmersos en una gigantesca montaña rusa verde. Viajamos absortos, ojipláticos ante semejante espectáculo natural. (Cualquiera diría que somos la versión castellana de los japos que tiran uno o dos millones de fotos al acueducto que nosotros apenas vemos…)

                Poco a poco esa excitación va remitiendo a medida que ascendemos en dirección al plato fuerte del día: las minas de Udías. La que en tiempos fuera mayor explotación de zinc y plomo de Cantabria echó el cierre definitivo hace ya más de medio siglo, y hoy ofrece una red de galerías, túneles, pozos y diversas infraestructuras que son perfectos para nuestras monturas. Eso sí, abstenerse de ir en época de lluvias, a menos que necesitéis unos kilos de adobe para el pueblo… Afortunadamente, somos chicos previsores y nos habíamos documentado sobre este lugar. Gracias a ello no olvidamos traer el foco (conozco a más de uno que tuvo que atravesar a patita  palpando las paredes de los túneles…) Seguimos el rastro dejado por las vagonetas mineras, y rápidamente sorteamos estos montes en busca de la próxima atracción: el bosque de secuoyas.

En las proximidades de Cabezón de la Sal nos adentramos en los dominios de unos colosos plantados en los años 40 con motivo de la apertura de una fábrica de celulosa cercana, y que lograron sobrevivir finalmente a su tala.  Sobrecogidos por la magnitud de estos gigantes  vestidos de terciopelo, les rendimos pleitesía cual hormiguitas y continuamos camino hacia la ermita de S. Antonio, desde donde se yerguen al fondo nevados los Picos de Europa. Más adelante, bajada frenética a las marismas de Rioturbio para regresar a Comillas donde aún tenemos tiempo para visitar el Palacio de Sobrellano y el Capricho de Gaudí.


El segundo día amaneció triste, llorando como lo suele hacer en el norte. De esa manera que parece que no, pero es que sí…

 Mientras dábamos cuenta del opíparo desayuno merced de Joseín (el de Jordania no, el otro… ja, ja,ja…) encomendamos nuestras esperanzas a San AEMET. Y obró milagro!!! Al comienzo de la ruta en Liencres no caía una gota.


La playa del Portío, la Arnía, los Covachos, la Casuca, la Virgen del Mar, Mataleñas, y por fin: el Sardinero… Esto de ser de terruño tiene su cosa: que nos quedamos mirando al mar como las vacas al tren… ja,ja,ja….

Repuestas las fuerzas en la capital, nos disponemos a afrontar la segunda parte del recorrido que, muy a mi pesar, nos lleva por el interior (kilómetros de asfalto) hasta las inmediaciones de la tachuela que hoy nos toca subir: La Picota.

Debemos agradecer al bueno de Diego (gran conocedor de la zona) la propina que nos recomendó añadir a la ruta original, pues sin duda fue la guinda del pastel. A pesar del veintimuchos por ciento del hormigón en la subida, coronar este alto nos recuerda por qué nos gusta tanto esto de las ruedas gordas. Pocas cosas ofrecen semejante recompensa para un esfuerzo, que así entre nosotros, no fue para tanto… Hay que contemplar las magníficas vistas de la Ría de Mogro bajo nuestros pies para entenderlo. Y aún nos queda recorrer el pinar del Parque Natural de las dunas de Liencres…. Uffff! Se puede pedir algo más?

Pues sí, se puede…

                Lo pedimos y nuestras expectativas se vieron ampliamente superadas al día siguiente. Orbaneja del Castillo (Burgos) nos esperaba con la cara lavada y recién peiná… Su grandiosa cascada brillando al sol fue sólo la carta de presentación de un pueblo encajado en pleno corazón de los Cañones del Ebro que bien merece una visita.

                No sin antes pasar por el photocall, tomamos el GR-99. Camino Natural del Ebro que seguiremos sin apartarnos del río hasta Pesquera de Ebro. Recorremos el sendero descubriendo en cada rincón un motivo para haber venido. Mientras, 200 metros más arriba, poderosos riscos son testigos de nuestra aventura.

                Por qué será que últimamente nos guardamos lo mejor para el final? La subida a Turzo resulta entretenida, y después de remontar el páramo volvemos a Orbaneja por la puerta de atrás. Allí la panorámica que ofrece un magnífico mirador vuelve dejarnos sin habla. Sólo somos capaces de articular una palabra: FOTAKA!!!!




                Ha sido una salida sin igual. Diez sobre diez. No sé qué nuevos lugares nos llevarán a conocer las burritas, pero de algo estoy seguro: seguiremos volviendo allá donde no se acaban los caminos, a la tierra infinita. 


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Triky





3 comentarios:

  1. Como siempre una crónica de 10, a la altura de la aventura Cántabra.
    El año que viene a por más!!!!!!
    ¡¡¡ GARROTE !!!

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  2. Muy buenas rutas por la tierruca. Si señor!!!
    Siempre disfrutando
    Bike&food

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  3. Enhorabuena por la crónica, el vídeo, por todo...

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