Cada cosa por su nombre, y lo que es,
es…
Hace tiempo que decidimos ir a conocer
aquello a lo que tanto nombre otorgan los medios. De todos es sabido lo mucho
que se aprende cuando emprendemos un viaje. No imaginábamos, sin embargo, las
enseñanzas que vendrían con nosotros cuando apostamos por esa incursión en
tierras extranjeras… Acaso está al alcance de cualquiera el secreto exacto de
“Puente viejo”?, o, lo que es más importante: Sabíais que hay plantas que dan
‘pesetas’..???? Oh, my God!!! Lo que hace la ignorancia agraria… Si lo llego a
saber antes, me dedico a la jardinería… ja,ja,ja… Claro que, para ser exactos,
esas especies sólo crecen en tierras traspindejas… (En toda tierra de garbanzos
son “abrojos” como puños de gordos…) ja,ja…
La experiencia botánica, que sirvió
para reforzar nuestra fe en San Tubeless bendito, fue sólo un capítulo de un cuaderno
de bitácora plagado de anécdotas y buenos momentos. Iniciamos camino a los pies
de la abadía benedictina de Santa María de El Paular. Justo al lado, el puente
que en otros tiempos conociera las sentencias de los reos que eran conducidos a
la Casa de la Horca, franquea nuestro paso sobre el rio Lozoya cuyas aguas nos
acompañarán durante gran parte del recorrido.
Enseguida pasamos por las calles de
Rascafría. Un buen firme y la ausencia total de desnivel permiten que Oteruelo,
Alameda y Pinilla del Valle caigan rápidamente a la saca. A partir de aquí, el
paisaje nos regala una bonita estampa con el embalse de Pinilla y la cara
oculta de Peñalara al fondo. Superado el pueblo de Lozoya, nos encontramos una
inesperada sorpresa. Plantado en medio del track aparece un miembro del equipo
de grabación de “El secreto de Puente Viejo”.
Muy amablemente trata de advertirnos de que “por allí no se puede bajar porque
hay piedras…”, como dirían los gallegos: “…pobriiiño!!” Piedras, dice… A Noé le
van a hablar de la lluvia... Incluso nos ofrece degustar las viandas preparadas
para quienes participan en la grabación del episodio… Qué detallazo! Esto sí
que es lujo..! Entre unas cosas y otras, el paso por el medieval Puente del
Congosto nos entretiene un buen rato. Ya se sabe, hay que dejar huella
‘gráfica’ de nuestro paso por este trozo de historia.
La sensación que ya teníamos a medida
que rodeábamos el embalse se confirma nada más pasar Canencia. De repente
descubrimos donde estaba escondido el desnivel de la ruta… Alguno, que va
sobrado de fuerza, decide regalarse unos kilometrillos de más para recuperar la
mochila que se quedó esperándole en la fuente del pueblo… Si no se tiene
cabeza, se tienen pedales…ja,ja…
La subida al puerto de Canencia va
poniendo a cada uno en su sitio… De manera que no vemos la hora de llegar
arriba. En el alto, reponemos líquidos con el permiso de una fuente bonita y cicatera a partes iguales. Lo más duro está hecho, pero La Morcuera aún nos espera. Así
que ponemos rumbo al siguiente desafío de la ruta. Por el camino disfrutamos de
vistas inmejorables de todo el valle que bien merecen el esfuerzo.
Por fin alcanzamos el refugio de La
Morcuera, punto que marca el inicio del descenso a nuestros orígenes. Bajamos,
bajamos, bajamos… No diría que estábamos tan arriba para que la bajada se me
haga tan larga. Ya se sabe: lo mucho cansa… Tanto es así que casi al final
decidimos hacer un alto. Pero no es
casualidad. Nos encontramos justo en el acceso al área recreativa de Las
Presillas, el lugar perfecto para darnos un chapuzón y presentar la colección
primavera-verano de la nueva equipación de EL 3er PEDAL… Lo siguiente que pasó
fue más propio de un episodio de ‘Verano Azul’ (a las pruebas me remito), pero
eso ya forma parte de otra historia…ja,ja…
No obstante, el tiempo sobre la bici
y, por supuesto, el compartido después sobre el mantel nos recuerdan por qué
nos gustan tanto estas marchas. Una marcha que esta vez, además de las
consideraciones sobre chocolates de sabores, milfs y otras disertaciones filosóficas,
sirvió para la rentrée de un Titán como la copa de un pino. Bienvenido amigo!!
Triky