En la vida de cualquier biker
hay momentos que marcan... Para algunos conseguir un ‘KOM’ lo es todo; en general todos disfrutamos al lograr esa subida
imposible sin poner pie; y por supuesto no hay nada igual que la primera vez
que notas el ‘flow’ corriendo por tus venas; ese diablillo que nos tienta una y
otra vez… Sin embargo, sé por experiencia que si algo supone un punto de
inflexión es, sin duda, una caída seria. Las heridas del cuerpo acaban por
curar, pero a veces las de la mente se aberronchan
imponiendo un límite invisible difícil de superar.
Este
año, en el que he visto a buenos amigos/as forzados a bajarse temporalmente de
sus monturas, reconforta verles igualmente capaces de volver por sus fueros.
Así, una ruta súbitamente interrumpida obliga de facto a ser completada. Dicho
y hecho.
Luis,
excelente maestro de ceremonias, puso los medios para que el año no terminase
con un ‘debe’ en la cuenta de resultados de las rutas imprescindibles del
calendario Titánico. Y desde luego Las Navas del Marqués lo es por derecho
propio.
A
primera hora parecía como si los Pucelanos, dueños y señores de las nieblas
perpetuas, se hubieran traído una buena ración metida en la tartera. Menos mal
que la primera vista, desde el coche, del
puerto de la Lancha nos descubriría un precioso mar de nubes y un cielo
completamente despejado en sobre Las Navas. Perfecto!! A Montar…
Esta
vez nos ahorramos la visita turística al Castillo de Magalia, y tras dar los
buenos días a sendos ‘personal trainers’ un tanto peludos al paso por el
polígono industrial, nos encaminamos hacia el punto fatídico donde lo dejamos
pendiente en agosto. En aquel entonces no pudimos disfrutar de la divertidísima
bajada a la estación repleta de bumpies hasta
los topes.
Un
túnel estrechiiiiiiiiito bajo la carretera y más adelante nos plantamos en
Navalperal de Pinares con su embalse, que dejamos a un lado para seguir la ruta
de Casasola y comenzar la ascensión a los molinos. Claro que para llegar hasta
allí arriba tendríamos por delante una buena peonada… ja,ja.
En el segundo paso del día por el alto cruzamos nuestro camino con una grupetta de carreteros. Pobrecillos!! Condenados a ir por el duro asfalto habiendo mullidas praderas dispuestas a recibirnos con los brazos abiertos… Más verde imposible al atravesar EspinoPolo hasta el Pilón de los Trampales; una corrida improvisada por medio de un rebaño de vacas; giro a la derecha, y hala! Para abajo a Las Navas como si no hubiera un mañana…
Aunque antes de terminar la ruta haríamos
frente a inhóspitos océanos de hojas, y a una pequeña tournée por el pueblo (todo sea por acabar cuesta abajo que si no
Fausto se enfada…), conseguimos con creces el objetivo que nos habíamos
marcado. Nos debíamos a nosotros mismos esta expedición, y hemos cumplido.
Triky