Este año sí que sí. Por fin lo
logramos… Aunque resulte difícil de creer, hemos sido capaces de cantar el
villancico al unísono. Bueno, más o menos…. Ja,ja,ja…
No es que haya que ponerse tiquismiquis, pero incluso el
bueno de Clement Mathieu nos hubiera
dado el aprobado. Al fin y al cabo lo nuestro son los pedales, y ahí sí que
dimos el do de pecho…
En el camino de subida a los
Tobarejos todo parecía bajo control, amén de un par de submarinistas empeñados en explorar las profundidades del Arroyo del Rastrillo. Más arriba
sería el gran Luisito quien volvería a rendir tributo a su particular triangulo
de las bermudas junto a la fuente de la Plata. Aun así, le vamos ganando la
partida al terreno, y al final de la Peña de las tres Varas el famélico Arroyo
de la Chorranca apenas cobra un peaje que otrora nos hubiera obligado a llamar
a la UME.
Después del espectáculo ofrecido en la cima por los
chavales de la prestigiosa escolanía de Perogordo (no se me ocurre escenario
más propicio para ello), más de uno se acordaría de los polvorones en la
ascensión al Pino Bonito… Breve visita a uno de los más ancianos del bosque y
unas cuantas risas a costa de la anatomía de las avispas, y nos lanzamos por el
tobogán que conduce de nuevo a la pista. Qué poco dura lo bueno, coño…!!
Menos mal que el paso por el inevitable asfalto sirvió a
un propósito mucho más noble: Colocarnos al borde de las Carboneras DH. Un lujo
para los sentidos… Al menos hasta que ya abajo nos damos de bruces con los
zarpazos que la maquinaria pesada provoca en el monte. Y luego resulta que los
malos que rompen los caminos somos los de las bicis… Cuántas gilipolleces hay que
oír al son de ciertas argucias legales por muy escritas que estén en un boletín
oficial… No digo más que se me calienta la boca y estamos en Navidad, con todos
los deseos de paz y amor en el mundo, y todo eso…
Dejamos atrás los Praderones y nos adentramos en la Pinochera donde encontramos la última dificultad técnica pegada a la cacera. Bueno, Javi encontró una a mayores junto al puente de las Pasaderas donde ejecutó un medio tirabuzón carpado al paso de una raíz pelín rebelde en connivencia con su freno delantero… Sin consecuencias afortunadamente.
En
fin, un año más hemos cumplido con la tradición. Hemos disfrutado de un día de
buen MTB en compañía inmejorable. Incluso hemos compartido comida de hermandad
en torno a un volquete de ‘alubiones’… Sólo nos falta un deseo por cumplir: que
no nos impidan repetirlo otro año más.
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