Tengo
que reconocer que el eso del avance de los tiempos me ha pillado con el paso
cambiado. No, no es que de repente uno se haya vuelto un carcamal; ni que crea
aquello de que “cualquier tiempo pasado fue mejor…” Sin embargo, sigo confiando
en que las cosas sean por lo menos lo que parecen. Me explico: Cualquiera
podría pensar cuando acude a un lugar llamado ‘Paso Palomas’ que ese nombre
responde a algo (Cualquiera menos Carmen, que está convencida de que los
topónimos surgen de lo más profundo de nuestra imaginación…).
Pues bien, si esto es así, resulta que ahora las susodichas viajan con RyanAir a bordo de un boeing 747. Porque bichos con plumas no vimos ni uno, pero pájaros de hierro……. Madre de Dios!!! Es un paso de montaña con más tráfico aéreo que el pueblo de Barajas…! Ja,ja….
Pues bien, si esto es así, resulta que ahora las susodichas viajan con RyanAir a bordo de un boeing 747. Porque bichos con plumas no vimos ni uno, pero pájaros de hierro……. Madre de Dios!!! Es un paso de montaña con más tráfico aéreo que el pueblo de Barajas…! Ja,ja….
Bromas
aparte, y a pesar de no ver paloma alguna (ni de las mensajeras, ni de las
otras), sí vimos otras muchas cosas que hacen de esta ruta una de ésas
imprescindibles para tener en el cuaderno de bitácora.
Empezamos
a dar pedales un poco más abajo del Rancho Alfaro, y siguiendo el curso de la
Cañada enseguida nos plantamos en Sotosalvos. Habida cuenta de que nos
encontramos en los dominios del inefable, el intrépido, el inimitable, el inigualable
as del MTB, el grandioso ‘Titán Chema’
(como te ponga más adjetivos los pienso cobrar al peso…);
decía que, ya que
andábamos por aquí, el bueno de Chema se puso en cabeza para guiarnos en
dirección a Collado. Lugar donde empezaba la verdadera prueba de fuego de la
jornada. (A la postre, y bien a mi pesar, la clave de la ruta estaría en otro
punto…).
Desde
el pueblo comienza una ascensión de 14 kms hasta la cuerda de la sierra. Una
subida de esas que van castigando poco a poco. Pues si bien se hace siempre por
buena pista, y no hay rampas excesivamente duras, lo cierto es que tampoco deja
descansar en ningún momento hasta estar prácticamente arriba, junto al
nacimiento del río Viejo.
Desde
lo alto tenemos la sensación de haber pertenecido siempre a estos caminos. Los
ojos no cesan de disparar cientos de fotografías imborrables mientras ponemos
rumbo de bajada hacia la Cruz del Malangosto, nuestro siguiente objetivo.
Nuestra
llegada ahuyenta a unos montañeros que se deslizan lentamente por la vertiente
madrileña en dirección a Lozoya. (Sí, por difícil que resulte de creer, la
sierra tiene dos vertientes). Nosotros enseguida nos dirigimos a pedir el
último avituallamiento a la Chata del Chozo, serrana donde las haya ya se sabe…
Eso sí, tras la foto de rigor en la que por los pelos no mandamos la bandera a
Soria (hay que joderse el viento que hace siempre en este puerto..!)
De
lo acontecido después preferiría no tener que acordarme. Mala cosa es acabar
una ruta preciosa de manera tan repentina con una llamada al 112. La bajada
hacía la Cañada por las zetas del Caserío de la Torre fue testigo de la mala
suerte que dio con mis pobres huesos en el suelo. Y aunque haya quedado de
momento fuera de circulación, no me olvido de que una rubia muy fría en un baño
de espuma quedó esperándonos en Torrecaballeros. Ya sabéis, donde ejerce su
dominio el dueño y señor, el Titán.