No debería ser necesario teorizar acerca de la idoneidad de ciertos días para hacer deporte. Y sin embargo, a juzgar por lo que nos ocurrió a Hulk a mi durante la última salida parece reclamar unas líneas, cuanto menos...
Amaneció el miércoles uno de esos días de invierno en que uno se pregunta quién se habrá entretenido en pasar el difumino por delante de la sierra. A la densa niebla, que apenas permitía ver más allá del guardabarros delantero, se unió una humedad nada relativa que ya al empezar a rodar por el carril bici nos recordaba su presencia en forma de soberbios goterones que caían desde la punta del casco.
Todo normal. Hoy parece que no se podrán hacer muchas florituras... así que decidimos tomar dirección Cueva del Monje (Santo Varón éste, que mira que vamos a visitarle y nunca le pillamos en casa...)
A medida que ganamos terreno, la ascensión se va haciendo más complicada. El estado de la nieve no ayuda y llegar a nuestra meta se convierte en una cuestión de estado.
Cuando más liados estábamos, aparece un guardia forestal luchando con su todo-terreno para abrirse paso por la pista nevada. "No tendréis días...!!", nos espeta. El pobre se queda de una pieza al vernos tirar pa' rriba con todo metido y pegando patinazos a diestro y siniestro.
Pero nosotros somos de EL 3er PEDAL y ya se sabe que no preguntamos cuántas montañas hay que subir, sino dónde están. Y como en este caso conocemos el camino a cierra ojos... Pues no hay nada que nos pare. Aunque alguna pequeña dificultad técnica hubo, para qué lo vamos a negar...
La nieve pegada a las ruedas impedía el avance |
El desviador también tuvo lo suyo |
Sáncheeez!! Estas calas no enganchan... |
Pues bien, la bajada se realizó haciendo gala de un estilazo tipo 'slalom' por El Juego de Bolos (que haría ruborecerse a la mismísima Fdez Ochoa) al desaforado grito de "El Afiladooooooor.....!", mientras los frenos chillaban a kilómetros a la redonda anunciando nuestra inminente llegada.... Vamos un espectáculo.
Sin embargo, lo mejor de esa mañana de mtb no fue superar todas las adversidades, ni siquiera que lográsemos el objetivo previsto, ni las risas y el compañerismo vivido.... Lo mejor fue que al llegar arriba el guarda, que esperaba metido en su coche, tuvo que darnos la razón y convenir que precisamente en días así merece aún más la pena, pues son éstas las cosas que nos hacen sentir vivos y nos recuerdan que son una oportunidad que a ninguno debería faltarle.
a la siguiente me avisais
ResponderEliminarViendo esto, es dificil de entender que se hagan estas cosas por gusto, aunque el que no lo comprenda, él se lo pierde. Estaba de PASADA TOTAL.
ResponderEliminarBuena crónica. Un saludo.