Foto grupo

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jueves, 18 de agosto de 2016

GRANDES DESCUBRIDORES






   Colón,  Pizarro, Magallanes, Núñez de Balboa, Amundsen, Livingston… y, por supuesto, los Titanes de El 3er Pedal!! Ahí es ná..!

       Partía nuestra aventura atravesando la ‘Puerta de la Fuerza’ de la muy noble villa de Sepúlveda en pos de caminos y senderos aún por descubrir. Y vive Dios que habríamos de encontrarlos…
         Nada más cruzar lo que queda de la extinta muralla, la bajada por la antigua calzada romana hasta el Puente de Picazos nos deja muy claro que el camino de las grandes epopeyas no es fácil. (Tanto es así que llegué a pensar que me había equivocado de ‘burrita’ en esta empresa). Es lo que tiene ir a conocer lo desconocido, que cada paso es siempre nuevo y emocionante. Justo lo que tanto buscamos…

       
 La salida del fondo del valle vuelve a sorprendernos. Esto promete! Tras superar una senda pelín pedregosa (de las que te sujetas sobre la bici por pura inercia), nos encaminamos al pueblo de Villaseca  ya con buen  firme. En esta zona se puede optar por un ‘adoquinado de borrillos al libre albedrío’, o bien  por bancos de arena dignos de la ‘Titan Desert’. (En ocasiones, elegir es sólo una forma de hablar, y te encuentras ambas opciones juntas y además revueltas…).
        




     Poco después, el primer objetivo del día ya aparece ante nuestros ojos. La ermita de San Frutos se yergue sobre el vértice del cañón ofreciendo una vista inigualable.

     La perplejidad de los que llegan aquí por primera vez suma enteros al abrigo de  historia y de leyendas. Un tentempié, fotos a porrillo, un vistazo a una rueda traviesa que no dejaría de dar guerra todo el camino; y seguimos rumbo a Burgomillodo.
         Sólo un instante antes de llegar al embalse nos vemos rodeados de un paisaje lunar, parecido al de los Monegros. Y de repente, un vergel. Como Ulises en la isla de las sirenas a punto estamos de sucumbir a la tentación de quedarnos allí para siempre; de hecho, creo que fue Fausto quien pronunció la palabra mágica: “cerveza”. Menos mal que somos Titanes, e incluso ante semejante prueba pudimos resistir…


       
            De vuelta a la ruta, nos encaminamos hacia un nuevo hito, el Convento de la Hoz. Borrillos y dunas a partes iguales flanquean el acceso al senderito que, por el borde del cortado, nos muestra las ruinas de lo que allá por el s. XIII fuera importante monasterio e incluso, después, primer Colegio de misioneros.

        


           El paso por Sebulcor es meramente testimonial. El ansia viva nos puede. Así que, nos lanzamos entre campos de girasoles en busca del puente de Villaseca. Inicio de la parte más bonita de la ruta y parada obligada aprovechando el chiringo para comprar unos helados; que en todos los trabajos se fuma… no? Si es que es ver un ‘maxibon’ y no hay quien frene a Duke…! ja,ja,


         Los 10 kms de senda junto al rio por el fondo del cañón  desde la Cueva de los Siete Altares al Puente  de Talcano hacen las delicias de propios y extraños. Sobre todo de Christian que aprovechó para darnos un recital de cómo se maneja una bici. La próxima vez que vuelvas por estos lares  tenemos pendiente  unas clases de técnica aplicada, que ya sabremos recompensarte…
         Qué decir de lo demás… Como no podía ser de otra manera, pusimos fin a nuestra aventura con un magnífico descubrimiento guardado por bellas náyades.
        

         Quizá, como tantos otros grandes exploradores, no hayamos dado con la Fuente de la Eterna Juventud (ni falta que hace, que amén del espíritu con que nos subimos a la bici a alguno le toca hacer de nuevo la  Primera Comunión…); A cambio, nos pegamos un buen chapuzón en la de la Salud que, dicho sea de paso, nunca está de más…




Triky

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