Foto grupo

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viernes, 2 de septiembre de 2016

EL DIABLO Y SU CARRO






       Cuenta la leyenda que durante la construcción de las torres de la catedral de Segovia, tarea que se encomendó a Juan Guas, éste se comprometió a terminarla en un tiempo determinado. Como quiera que pasaba el calendario y las torres no alcanzaban la altura deseada, la desesperación empujó al arquitecto a pactar con el diablo. Debido a semejante convenio, las obras se agilizaron sobremanera hasta el punto de casi culminarse. Sin embargo, cuando sólo restaba un carro de piedras para acabar, el técnico renegó de su acuerdo; motivo por el que el diablo, en venganza, desvió aquel carro al otro lado de la sierra quedando petrificado para siempre”
Carro del diablo

         Sea como fuere, hacía algún tiempo que tenía ganas de conocer esa formación rocosa; por lo que de forma prácticamente inesperada me lie la manta a la cabeza, y me lancé a la vertiente madrileña de la Sierra de Segovia para descubrirlo.
         La piedra en cuestión se encuentra junto al Camino del Palero en su cruce con el R.V.4 que une Rascafría con La Granja de San Ildefonso por el puerto del Reventón. Claro que para llegar hasta allí tuve que dar un ‘pequeño rodeo’…
     


     Como decía, tomé la decisión un poco al albur del viento que soplaba (más me valdría hacérmelo mirar…). Salida pues desde el Ceneam dejando en todo momento la carretera a la derecha hasta la Fte. de la Cantina. Subiendo por los tubos, abrazo el GR-10 para no soltarlo en largo rato… La autopista de subida a Cotos tiene su peaje poco antes de llegar al puerto. Me adapto con alegría al cambio de ‘carretera’ y corono junto a la Venta Marcelino.  


         Uno tendería a pensar que la mitad está hecha, pero no. En realidad ahora empieza de verdad la etapa. La bajada por el GR que se embosca en el Valle de la Umbría es entre ‘chunga’ y ‘chunguísima’…con algún tramo de ‘empujabike’ incluido. Así entre nosotros, no me puedo imaginar a los viejos monjes de El Paular transitar por aquí en sus desplazamientos hacia Segovia. La densidad de un bosque, que una vez conoció una población de oso pardo digna de atención Real, no hace sino poner palos en las ruedas… Claro que peor debía de ser la alternativa, más abrupta y a menudo nevada, del Reventón… Doy fe!!

         Al dejar atrás el Arroyo de la Laguna (un paso digno de funanbulista bici en ristre), el camino mejora. Sobrepasamos la Sillada de Garcisancho y se inicia la bajada por El Palero. Al principio bastante pedregosa y con alguna sorpresa en forma de derrumbe provocado por un agua que cuando se empeña hace estragos. Después, se convierte en pista para los super-rodadores. Poco a poco va picando para arriba. Un enmascarado ‘desgaste pernil’’ nos ofrece, a cambio, magníficas  panorámicas con el Monasterio de telón de fondo.
      
   Llegado al cruce, el demonio me aguarda. Subido a su pétrea montura me tienta para no acometer la titánica empresa. Pero claro, no sabía con quién estaba tratando… En su descargo diré que bien me acordé de él mientras maldecía cada piedra durante el último kilómetro de ascensión. No será que no estaba advertido…
       

     


   Arriba me cuadré ante el Tte. Coronel Ibáñez Marín, quien me dio su beneplácito para encaminarme hacia Fte. Infantes. Cualquiera que haya frecuentado este lado del Reventón sabrá que bajar por aquí en bici  tiene su gracia… Así, entre padrenuestros y avemarías, llegué al Chozo, donde uno ya se siente ‘como en casa’…


        
                    
      



      Sin embargo, nada más lejos de la realidad pensar que el camino a partir de aquí tornaría cómodo. La bajada está rota. Pero rota, rota… Que no lo arregla ni el del super-glue!! Luego, por el Rincón del Abuelo, la Fte. de la Plata, la Pinochera, y por fin, el fin. 



Un rutón de una vez. Literalmente! Dudo que, a pesar de la victoria, vuelva a verse por aquí un nuevo enfrentamiento entre el diablo y un Titán.






Triky
                                                   

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