Foto grupo

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domingo, 23 de octubre de 2016

TIEMPO DE CASTAÑAS






  El otoño, ya se sabe, es época de transición.  Dejamos los calores veraniegos y nos preparamos para la lluvia, las nieves, el frío, el barro… En fin, todo eso que sustancia el lado oscuro de nuestro deporte… ja,ja,ja. 

Nos habían dicho que también significaba la recogida de los frutos típicos de la estación. Véase, hongos varios y por supuesto castañas. Lo que desde el prisma Titánico no quiere decir otra cosa que montarse una rutilla allá donde dar cumplimiento a semejante dogma.   


         Con ese ánimo nos plantamos en El Tiemblo para visitar su famoso Castañar, amén de las zonas aledañas. “Que para una vez que vamos, hay que aprovechar…”
         Empezamos la jornada con una bonita ‘tournée’ por el gigantesco embalse del Burguillo. A pesar de no encontrarse en su mejor momento, el sitio promete… Poco a poco nos vamos adentrando en la Reserva Natural del Valle de Iruelas. Lo que en principio es un recorrido tipo ‘paseo marítimo’ (como diría Duke), empieza a ganar enteros en la escala Titánica para convertirse en ‘bajiplano’. Sin embargo, pronto pasa a categoría de ‘media ladera’ que dejamos atrás al tiempo que somos engullidos por la niebla en el ascenso del Puerto de Casillas. Allí, un omnipresente Guarda Forestal nos indica que el camino está cortado por obras. Queeeeeé??? Menos mal, falsa alarma! Nada que un tramín de empujabike no pueda solucionar… Peor fue cuando a punto de coronar, después de una subida eterna, empezamos a oír tiros. Arriba encontramos la respuesta en forma de paso de palomas. Y yo que creía que hasta el fin de semana no se levantaba la veda…


         Estamos en la puerta del Alto Tiétar. Es el momento del avituallamiento. Tanta humedad en el ambiente y los calores de la subida han hecho que lleguemos chorreando, literalmente. Digo yo que la pérdida de líquidos es muy mala… Tanto que hace que me equivoque al elegir el camino con el GPS y emprendamos dirección al Pozo de las Nieves por un senderuco que hubiéramos disfrutado gustosos si no fuera porque aún nos quedan más de 40 kms por delante.


         Rectificar es de sabios. Así que media vuelta y como un rilete zumbando para abajo. O eso creíamos nosotros… Pues el camino a Sotillo de la Adrada es, al menos al inicio, una de esas bajadas que no paran de subir… ja,ja,ja…. (Algo que curiosamente se repetiría exponencialmente al volver por el Collado de la Yedra). Será un mal endémico de los caminos de aquí… Quién sabe…?
        


    Por fin, nos sumergimos en la frondosidad del Tiétar entre saltos y cabriolas ajenos a lo que nos espera. Cuán atrevida es la ignorancia...! ja,ja… A la altura del embalse de Sotillo encontramos la única dificultad técnica del día que nos obliga a descabalgar. Piedras gordas como demonios y un desnivel que lo haría complicado incluso de bajada tienen la culpa. Eso, y las piernas que empiezan a estar a punto de ebullición. Menos mal que poco después empezaría a llover para solucionar ese problema… Ya se sabe, “al perro chico todo se le vuelven pulgas…”

         Por si fuera poco, nos enfrentamos a un reto verdaderamente Titánico… La subida hasta Casillas es ‘toíta’ por carretera! Uffffff..!  Más aún, el pueblo es de ésos que mejor que no se te caiga un duro… Como colofón, a la salida nos estrellamos contra un muro con curva de izquierdas, señalización oficial al 25% (se me antoja escasa), y prohibición tajante para vehículos pesados. Chavales! Así entre nosotros: Cuando subes agarrando el manillar con los dientes mientras te sientes ‘como violado’ por tu propia montura es que las cosas se están poniendo serias… No digo más…


         Pero claro, lo de ser un Titán es lo que tiene… Así que hacemos de tripas corazón y tó pa’rriba. Eso sí, la recompensa tras el Collado de la Yedra merece la pena. El Castañar, por el que rápidamente iniciamos el descenso, es la guinda del pastel. No obstante, aún tenemos pendiente una visita al Abuelo de esta arboleda, a quien presentamos nuestros respetos junto al refugio de Majalavilla. No podemos por menos que imbuirnos del ambiente que rezuma este mágico rincón del bosque donde el tiempo parece detenerse.




Así, llenos de otoño los bolsillos del alma (qué poético me ha quedado esto…) nos deslizamos de nuevo  hacia el punto de partida. Hoy ni una cervecita que hay prisa; comentaremos la jugada por el camino a Algete. Pero eso ya es parte de otra historia aún por descubrir…



Triky



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