Una mañana de domingo después de una ciclogénesis explosiva cualquiera, por ejemplo, sin saber exactamente cómo ha ocurrido te encuentras subiendo en pleno Camino de Santiago. A cada paso la nieve caída suma centímetros; cada metro ganado se convierte en un triunfo; cada obstáculo es un reto por superar; y cuando todo parece indicar que no llegarás arriba, que los patinazos, el frío, el hielo, la nieve y las piedras podrán contigo; cuando otros toman el camino de bajada, de repente se vislumbra el horizonte de un objetivo y, entonces, ocurre. Estás arriba. Observas como las huellas de tus ruedas sobre la nieve se pierden valle abajo, y el esfuerzo ha valido la pena.
Supongo que todos los que cogemos la bici un día como hoy para llegar a casa exhaustos, congelados, y con más barro pegado del que cualquier lavadora de gama alta podría soportar...estaremos de acuerdo en que no merece la pena explicar lo que nos mueve. Quizá porque no buscamos encontrar nada al final del camino. El camino es la recompensa...
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