Colón, Pizarro, Magallanes, Núñez de Balboa, Amundsen,
Livingston… y, por supuesto, los Titanes de El 3er Pedal!! Ahí es ná..!
Partía nuestra aventura atravesando la ‘Puerta de la Fuerza’
de la muy noble villa de Sepúlveda en pos de caminos y senderos aún por
descubrir. Y vive Dios que habríamos de encontrarlos…
Nada más cruzar lo que queda de la extinta muralla, la
bajada por la antigua calzada romana hasta el Puente de Picazos nos deja muy
claro que el camino de las grandes epopeyas no es fácil. (Tanto es así que
llegué a pensar que me había equivocado de ‘burrita’ en esta empresa). Es lo
que tiene ir a conocer lo desconocido, que cada paso es siempre nuevo y
emocionante. Justo lo que tanto buscamos…
La
salida del fondo del valle vuelve a sorprendernos. Esto promete! Tras superar una
senda pelín pedregosa (de las que te sujetas sobre la bici por pura inercia),
nos encaminamos al pueblo de Villaseca ya
con buen firme. En esta zona se puede
optar por un ‘adoquinado de borrillos al libre albedrío’, o bien por bancos de arena dignos de la ‘Titan Desert’. (En ocasiones, elegir es
sólo una forma de hablar, y te encuentras ambas opciones juntas y además
revueltas…).
Poco después, el primer objetivo del día ya aparece ante
nuestros ojos. La ermita de San Frutos se yergue sobre el vértice del cañón
ofreciendo una vista inigualable.
La perplejidad de los que
llegan aquí por primera vez suma enteros al abrigo de historia y de leyendas. Un tentempié, fotos a
porrillo, un vistazo a una rueda traviesa que no dejaría de dar guerra todo el
camino; y seguimos rumbo a Burgomillodo.
Sólo un instante antes de llegar al embalse nos vemos rodeados
de un paisaje lunar, parecido al de los Monegros. Y de repente, un vergel. Como
Ulises en la isla de las sirenas a punto estamos de sucumbir a la tentación de
quedarnos allí para siempre; de hecho, creo que fue Fausto quien pronunció la
palabra mágica: “cerveza”. Menos mal que somos Titanes, e incluso ante
semejante prueba pudimos resistir…
De vuelta a la ruta, nos
encaminamos hacia un nuevo hito, el Convento de la Hoz. Borrillos y dunas a
partes iguales flanquean el acceso al senderito que, por el borde del cortado, nos
muestra las ruinas de lo que allá por el s. XIII fuera importante monasterio e
incluso, después, primer Colegio de misioneros.
El paso por Sebulcor es
meramente testimonial. El ansia viva nos puede. Así que, nos lanzamos entre
campos de girasoles en busca del puente de Villaseca. Inicio de la parte más
bonita de la ruta y parada obligada aprovechando el chiringo para comprar unos
helados; que en todos los trabajos se fuma… no? Si es que es ver un ‘maxibon’ y
no hay quien frene a Duke…! ja,ja,
Los 10 kms de senda junto al rio por el fondo del cañón desde la Cueva de los Siete Altares al Puente
de Talcano hacen las delicias de propios
y extraños. Sobre todo de Christian que aprovechó para darnos un recital de
cómo se maneja una bici. La próxima vez que vuelvas por estos lares tenemos pendiente unas clases de técnica aplicada, que ya
sabremos recompensarte…
Qué decir de lo demás… Como no podía ser de otra manera,
pusimos fin a nuestra aventura con un magnífico descubrimiento guardado por bellas
náyades.
Quizá, como tantos otros
grandes exploradores, no hayamos dado con la Fuente de la Eterna Juventud (ni
falta que hace, que amén del espíritu con que nos subimos a la bici a alguno le
toca hacer de nuevo la Primera Comunión…);
A cambio, nos pegamos un buen chapuzón en la de la Salud que, dicho sea de
paso, nunca está de más…
Triky